jueves, 6 de marzo de 2008

Transformación, Adaptación, Maleabilidad


Gracias por Ser y Estar.


Zanahoria, huevo, café... Y tú, ¿qué eres?

Enrique Galván-Duque Tamborrel

“Lucha por ser tal y como la filosofía ha querido que seas”.
Marco Aurelio.

Tener personalidad es ser alguien. Se crea sobre la base de valores y méritos positivos. No se concibe por el hecho de una buena presencia o cosa por el estilo. Aquella que es verdadera exige hechos y razones. Decía Balzac, que el andar era la fisonomía del cuerpo. En verdad, es un juicio certero y único. La personalidad es el resultado de la adquisición constante de buenos hábitos. Generalmente, la personalidad y grandeza de alma se esconden en aquellos que se apartan de lo que el vulgo gasta y admira. Una palabra apoyada por el prestigio o la fuerza de una personalidad es muchas veces suficiente para dar término a serias dificultades.

Existen pobres diablos que solamente están pendientes de las estupideces que otros inventan, para realizarlas ellos. Son tipos que se convierten en verdaderos esclavos de las costumbres, modas, estilos, formas de expresión, entre otras cosas. Los que tienen personalidad jamás se fijan o se preocupan en las cosas que hacen los demás. Hacen lo que mejor les parece, pero obviamente con respeto a las normas establecidas.

Hay personalidad en el que tiene la suerte de poseer un rico vocabulario, ya que esto es uno de los rasgos distintivos de la misma. Cada uno de nuestros actos refleja nuestra manera de ser, nuestra personalidad. Las personas rígidamente disciplinadas son un tanto chocantes; un poquito de indisciplina no es malo, ello revela independencia de criterio, personalidad y diferencia de los demás. Aún la misma originalidad está sujeta a reglas.

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos, y en la última granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose cuál sería la idea de su padre para hacer eso.

A los veinte minutos, el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hija, le dijo:

– “Querida, ¿qué ves?”.
– “Zanahorias, huevos y café”, fue la respuesta.

La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente y con respeto la hija preguntó:

– “¿Qué significa esto, padre?”.

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte y dura, pero después de pasar por ella se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido, pero, después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo, eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

¿Cuál eres tú?, le preguntó a su hija. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?

¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluido, pero que después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto dura y rígida? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido?

¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tú alrededor mejoren.

Y tú, de los tres, ¿cuál eres?